Con el título «Hacia el futuro de la era digital», el domingo 22 de marzo el diario Perfil publica una nota firmada por Claudio Ambrosini, actual presidente del ENACOM. La lectura de la misma es el origen de estas reflexiones sobre la importancia de evitar varias amenazas ciertas que se ciernen sobre la construcción del futuro: generar más desempleo y precariedad, deteriorar la salud física, psíquica y mental de los trabajadores y reducir los salarios reales y la distribución del ingreso si persiste la «inadvertencia tecnológica».

Este pensamiento del papa Francisco, incluido en la carta que le envió al Cardenal Turkson con motivo de la Conferencia Internacional «De Populorum Progressio A Laudato Si» – Noviembre de 2017, ilumina sobre la necesidad de evitar la aceptación acrítica del desarrollo tecnológico.

Un ejemplo reciente: en la década de los ’80 sucedía un hecho tecnológico que provocaría uno de los cambios más trascendentes de la historia cultural y social del hombre: Internet, la red de redes. El Aleph, que Jorge Luis Borges anticipó en la década de los cuarenta como “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”.

La computadora ya no era solamente la herramienta de cálculo y de procesamiento veloz y exacto de la información. Se convertía en la puerta de entrada a un mundo virtual, que en esos años se prometía sin fronteras de espacio ni de tiempo, en el que millones de otras puertas se abrirían simultáneamente creando una comunidad que crecería más allá de censuras y controles.

Como bien podemos comprobar cuarenta años después, esos ideales libertarios están bien lejos de ser realidad. El sueño del libre albedrío está siendo desplazado por técnicas automáticas de segmentación, que estimulan la propagación de supuestas verdades antagónicas y profundizan brechas: «Eso es lo que hay en las redes. Estos sistemas fomentan naturalmente las divisiones en la sociedad. Hacen que la gente desconfíe entre sí. Crean más de un tribalismo que estaba en la naturaleza humana. Pero que los algoritmos empeoran» [1].

En Estados Unidos, Europa y Gran Bretaña, la dirigencia política ha tomado nota de los riesgos que implica abrazar el «progreso» tecnológico en términos lineales, sin beneficio de inventario, lo que produjo y produce políticas públicas -e intensos debates- continentales, nacionales y subnacionales para brindar mejores respuestas a los desafíos que implica el diseño de ese progreso por parte de un puñado de corporaciones multinacionales.

En nuestro país se ha acuñado un concepto que adquiere hoy singular vigencia: el de Tecnología Conveniente: «una tecnología de cualquier grado de complejidad y escala, producida en el país o adquirida en el exterior, protegiendo en este último caso los intereses nacionales, que tiene como misión mejorar la calidad de vida de la sociedad y respetar a la Naturaleza».

Asegurar al conjunto de la población el acceso a la tecnología vigente y la capacitación que requiere su uso no es suficiente. Es necesario dotar a los argentinos y argentinas de la capacidad de elegir y/o utilizar tecnologías convenientes, tanto para el mejoramiento de su calidad de vida como en el desarrollo de su actividad laboral y social. Se requiere también de decisores que estén advertidos cuando el desarrollo tecnológico, al decir de Francisco, está asociada a un paradigma de poder, dominio y manipulación. Y lógicamente, que actúen en consecuencia.

Desde Infoworkers creemos firmemente en la necesidad de profundizar la Alfabetización Tecnológica, una misión a la que le asignamos la categoría de Gesta Nacional y en la que venimos dedicando nuestros mayores esfuerzos desde hace más de 20 años.

[1] Jaron Lanier, Founding Father of Virtual Reality, nacido en NY en 1960. Perfil «Una de las mentes más brillantes del mundo de la tecnología»

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